Llega con unos minutos de retraso, un poco agobiada porque ha
dejado su auto mal estacionado, pero aun así saluda con una amplia sonrisa…
espera unos segundos para relajarse y en unos instantes se tranquiliza para
empezar a contar su historia. La historia de una chica que nació
seropositiva.
Ahora está en los veinte, tiene unos ojos color almendra que irradian
simpatía y le gustaría decir su nombre, pero prefiere quedarse en el anonimato
para evitar ser reconocida.
“
Desde muy pequeña soy seropositiva porque mi madre me dio leche
materna“, le cuenta a BBC Mundo.
“Al principio no me dijeron nada, me
decían que me tenía que tomar unas pastillas para ponerme bien“.
Pero la niña fue creciendo, y fue dándose cuenta de que sus pastillas no eran
para la gripe.
“
Además, cuando iba a clase, algún chico me hacía comentarios de mis
padres; que si eran drogadictos, que si tenían SIDA… Yo sabía que estaban un
poco enfermos, que algo les pasaba, pero tampoco le daba importancia“.
No le dio importancia hasta que, a sus 13 años, su madre murió.
“Es
cuando pensé ‘¿qué está pasando?’ y empecé a preguntar“.
“
En televisión también vi que algunas de las medicaciones que salían
sobre el tema me las tomaba yo y le decía a mi padre ‘¡pero si esto me lo tomo
yo!’ y así, poco a poco me lo fueron contando bien“, relata esta chica
desde la sede de ACTUA, una Asociación de personas que viven con el VIH en
España.
Primero, el rechazo
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Al principio no me dijeron nada, me decían que me tenía que tomar unas
pastillas para ponerme bien
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Al saber que era seropositiva, su primera reacción fue de rechazar lo que le
estaba pasando.
“Decidí no tomarme la medicación porque como me lo habían
escondido, pues… no me cuidé”.
Cuando estaba en casa de su abuela se tomaba todas las medicinas, mientras
que los fines de semana suspendía el tratamiento.
Al principio su rebeldía sólo se notaba en los análisis, pues físicamente se
sentía bien.
“
Pero poco a poco me fueron saliendo cosas que me hicieron pensar que me
la tenía que tomar, porque si no, podía acabar muriendo o me podía pasar algo
malo de verdad que después no tendría solución“.
Sin embargo, ella sabe que no es fácil contarle a un niño que es
seropositivo, que tiene una enfermedad que está estigmatizada por la
sociedad.
“
Yo, en mi adolescencia lo tenía como un secreto, pero… a la hora de la
verdad, mis amigos también lo sabían. No hablábamos de este tema, lo tenía
bastante escondido“, aunque confiesa que un día fueron sus amigos quienes
le preguntaron si tenía SIDA.
“
No lo negué, pero tienes miedo. Como te lo han estado escondiendo toda
la vida, piensas que si lo cuentas, a lo mejor te van a rechazar. Tienes
miedo“.
“Esas pastillas”
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Para mí todavía es un poco fantasma el ser seropositivo porque es como
si no estuviera aquí y realmente está en todos los sitios
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Asumir que se tiene el VIH conlleva tomar importantes decisiones para una
adolescente que está empezando a ser independiente.
“
Tuve que dejar de salir como una niña normal. Tenía que decidir entre
pasármelo bien y tomarme las pastillas… es que me tenía que cuidar, porque me
estaba sintiendo mal físicamente“.
Pero cuando se siente bien, para un joven es difícil estar todo el tiempo
consciente de que depende de un tratamiento, de que necesita ciertos
cuidados.
“
Para mí todavía es un poco fantasma el ser seropositivo porque es como
si no estuviera aquí y realmente está en todos los sitios“.
“
También tienes miedo a contarlo porque no todo el mundo te va a juzgar
igual, y tener que tomarme esas pastillas y que te pregunten y es mi intimidad,
¿sabes?”
Los prejuicios
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“Con el tiempo lo hablamos y bien, porque él ya lo sabía y no me había
dicho nada. Supongo que estaba esperando a que se lo contara yo”. Así que lo
hablaron y su pareja le apoyó. “Me ayudó un montón a poder sentirme
normal”.
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Quizás porque ha sido muy cautelosa con su condición, ella no ha sufrido
rechazos directos, pero sí ha escuchado muchos comentarios prejuiciosos sobre
las personas con VIH/SIDA.
“
Una vez, la madre de un amigo mío llamó por teléfono y nos dijo ‘cuidado
esta noche, no hagan cosas malas, vigilen…’ y mi amigo le contestó ‘no
tranquila, si no beberemos, ni fumaremos y tendremos relaciones con gente que
tenga SIDA‘”.
“
Claro, esto te choca porque no es la solución no tener relaciones,
¿sabes? Porque con precaución lo puedes hacer, y… es eso, yo hubiera dicho
muchas cosas, pero no lo dije para que no me preguntaran ‘¿por qué sabes tanto
de esta enfermedad?‘”
Pero no todo es rechazo y prejuicios. “
También ha habido gente que se ha
abierto un montón a mí, que cada vez que me ve me pregunta cómo estoy y está
pendiente de si voy al médico y me han ayudado mucho. A lo mejor sin ellos me
hubiera costado más“.
La pareja
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“Yo me siento normal, para mí es como ser rubia, alta o bajita, pero¿ me
hacía sentir diferente todo este estigma que hay, el mantenerlo en silencio, las
mentiras me hicieron penar, el porqué me lo escondían… ‘¿será que soy
diferente?’”
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El miedo que tuvo ella de explicar a sus amigos que es seropositivo, no es
nada en comparación a contarle a su pareja su condición.
“
Al principio también era un poco tabú, pensaba que no lo sabía y no le
decía. Lo hacíamos con protección, pero tampoco hablábamos de por qué,
¿sabes?”
“Con el tiempo lo hablamos y bien, porque él ya lo sabía y no me había
dicho nada. Supongo que estaba esperando a que se lo contara yo“.
Así que lo hablaron y su pareja le apoyó. “
Me ayudó un montón a poder
sentirme normal“.
“Un bicho malo”
Esa sensación, de sentirse “
normal” quizás sea una de las más
contradictorias y a la vez ansiada de esta chica.
“
Yo me siento normal, para mí es como ser rubia, alta o bajita, pero¿ me
hacía sentir diferente todo este estigma que hay, el mantenerlo en silencio, las
mentiras me hicieron penar, el porqué me lo escondían… ‘¿será que soy
diferente?‘”
“
Entonces, realmente te sientes normal, pero ante la sociedad te ves un
poco diferente. No como un niño problemático, pero sí como un niño que le pasa
algo¿ es que te sientes como un bicho malo, algo raro, ¿no?”
“Ya no me siento como un bicho raro, porque
es como cualquier otra enfermedad. Es una cosa más de mí que a lo mejor me ha
dado la posibilidad de crecer en otros aspectos más humanos…
“También me ha ayudado mucho, me ha ayudado
a no discriminar a la gente, a ser más solidaria, me ha ayudado a conocerme
mejor a mí misma, a crecer más… y a ser más fuerte, sobretodo“.
Fuente: BBC Mundo